Escribe quien alimentó su mente de esas historias, cuentos fantasiosos que parecían retratar a un héroe de contracorriente. El joven Colón, un soñador que la vida misma se encargó de recompensar con la trascendencia histórica a través de los gritados murmullos unilaterales que lo tacharon de “descubridor” de territorios ajenos. Se trata de todas esas lecciones enseñadas y aprendidas durante mis años de educación escolar: Cristóbal Colón, el “Día de la raza”, el “Descubrimiento de América”.
Pienso que las palabras tienen un gran peso en nuestros aprendizajes, en nuestras perspectivas, nuestras críticas, y en la visión que decidimos compartir al mundo. Cristóbal Colón, ¿un invasor o un héroe? “Raza”, ¿una subcategoría o una evocación a la diversidad?, “Descubrimiento de América”, ¿una celebración histórica o la estrategia utilizada para la imposición del poder occidental?
No podemos contradecir el hecho de nuestras herencias desprendidas de la colonia. Somos mezclas diversas de ancestralidad e incrustación colonial. Nuestro curso histórico como territorio multicultural fue interrumpido, redireccionado, mutilado, invisibilizado. En palabras de Aníbal Quijano, “América Latina se encuentra, todavía, en el proceso de constitución de una identidad histórica, es decir, de completa individualidad de una experiencia histórica”.
Nunca dejará de ser el momento de desmantelar las estructuras que nos han categorizado a través de prefijos y cuentos fantasiosos que se han inflado de un ego meramente occidental. Nuestros territorios no fueron descubiertos. Fueron vistos. Fueron palpados. Fueron invadidos. Fueron violentados.
Cristóbal Colón, uno de los invasores. “Raza”, un concepto de fragmentación social que ha incentivado el ejercicio de la desigualdad y la discriminación a través de la superficialidad, la blanquitud, la territorialidad. “Descubrimiento de América”, una visión unilateral que parece tener el objetivo de despojarnos de la autonomía, la dignidad y la autovaloración.
El 12 de octubre es sin duda la conmemoración de la nueva identidad cultural impuesta, y queda en nosotros el ejercicio de reconocer y revalorizar nuestras herencias ancestrales, de defenderlas, de resistirlas. Tenemos derecho al enojo, a la indignación, pues incluso nosotros, quinientos años después, somos seres agredidos, invadidos, violados, mutilados, pausados.