9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, una fecha que ha estado vigente en los calendarios desde el acuerdo que la Asamblea General de las Naciones Unidas tomó el 23 de diciembre de 1994 durante el Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo como acuerdo común por la conmemoración de la celebración de la primera reunión del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías en el año 1982.
Al parecer las medidas “necesarias” para erradicar problemas de discriminación y estigmatización hacia los pueblos y las formas de vida culturalmente diversas han existido desde hace ya algunas décadas. ¿Cuántos años tendrá ya aquella persona nacida en 1982? ¿38-39 años? Un amigo que cursó la escuela primaria en los 2000’s me contó como sus profesores les obligaban a no hablar su lengua materna y sociabilizar en español. Una experiencia compartida con un cafeticultor de 69 años que pasó por la misma situación, pero en la década de los 60’s.
¿El Día Internacional de los Pueblos Indígenas como medida de concientización social hacia la desigualdad, la discriminación y la estigmatización de la diversidad cultural ha tenido resultados o respuesta retardada? De hecho, también me pregunto qué porcentaje de la población en general y de la “población indígena”, al menos de México, sabe o tiene conocimiento sobre la conmemoración de esta fecha. Y para no alejarme mucho, me situaré en mi vida y experiencia:
He tenido varios “primeros acercamientos” a nombramientos, denominaciones, celebraciones y conmemoraciones que tienen como referente la diversidad lingüística y cultural que existe en el planeta Tierra, en el continente americano, en Latinoamérica, en México, en Puebla, en los grupos de amistades a los que pertenezco, en mi familia.
Por mi mamá tutunaku reconocí una parte de mí en el mundo. Ahora pienso que me llevó más tiempo el acercamiento social al lugar en el que vivió sus primeros años de sociabilización, sin embargo, mi apropiación más próxima fue la de nombrar a ese mismo lugar como “el pueblo”. Supongo que, a partir de ese momento su pueblo pasó a ser mío de una manera “inconscientemente consciente”.
No hubo mayores cambios en mi sentido de apropiación y pertenencia hasta la universidad, donde la interculturalidad comenzó a manifestarse de manera consciente y crítica. Discusiones a partir de la comunicación y la existencia de la diversidad cultural, formas de ser, estar, hacer y pensar.
En mis cuatro años de carrera, o más bien, en mis veintitantos años de vida no recuerdo haber escuchado, visto o presenciado algo relacionado al “Día Internacional de los Pueblos Indígenas”. Tal vez era mi poca proximidad a personas, espacios o acciones que tuvieran mayor contacto y conocimiento sobre el tema y las formas alternas, no universales, de vida. Un poco preocupante que hoy en día eso se requiera como necesario.
Cuando comencé mi vida laboral caí en el que pienso, fue el lugar correcto. Llegué a trabajar en una asociación civil que me brindó mis “primeros grandes acercamientos” (no lo suficientemente conscientes o críticos) a esas formas distintas de vivir, producir, pensar, incluso hablar. Y allí estaba yo, asistiendo a eventos realizados en la ciudad que celebraban el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. No supe si era yo la que había entendido mal el mensaje, pero no tardé en romantizar los hechos, las conmemoraciones, a las culturas. Acciones que ahora veo y me parecen poco empáticas y muy frías.
Tuvieron que pasar años, procesos educativos y laborales, acercamientos más participativos a las comunidades, intercambios más activos de pensamiento y el desprenderme de ideas estereotipadas de folklorización para que pudiera comenzar a comprender de una manera distinta lo que ha sido la historia de la diversidad cultural al menos en los espacios en los que se han desarrollado mis últimos años de vida.
Pienso que ante mí se presentaron los caminos más indicados para desprenderme de varias ideas que hoy ya no consentiría. También pienso, al igual que muchas otras personas, que el Día Internacional de los Pueblos Indígenas se ha entendido como a los diez de mayo, días en los que románticamente se festeja a las mamás. O como los ochos de marzo, días en los que, hasta hace no mucho, se nos regalaban claveles a todas las mujeres, teniendo un desconocimiento del porqué de la conmemoración.
Sin duda existe una delgadísima línea entre “conmemorar” y “celebrar”. El Día Internacional de los Pueblos Indígenas no es la fecha para celebrar la existencia de la diversidad cultural y menos si no se ha tenido un proceso de concientización adecuado para no caer en paternalismos o romantizaciones. El Día Internacional de los Pueblos Indígenas es una fecha que conmemora la primera reunión del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías, pero, ¿creen que alguien realmente se acuerde o tenga conocimiento sobre dicho evento cuarentón?
Bueno, el Día Internacional de los Pueblos Indígenas comienza a ganar peso en los calendarios y a ser apropiado por instituciones, grupos y sociedades culturalmente heterogéneas que intentan concientizar acerca de la existencia de la diversidad y la dignificación de las vidas alternativas de vida. Puede ser que los 9 de agosto sean la oportunidad esperada para generar un cambio de pensamiento no romantizado y no paternalista con perspectivas de cambio social, igualitario, equitativo y digno para todos y todas.
Por: Ana Miriam García García.